Sé más terco que un Burro
Hace muchos años, viajábamos a tierras vallisoletanas a ver a la familia. Y entre esas paradas de descanso del coche, encontramos mis hermanos y yo un burro en un descampado. Fue la primera vez, creo recordar, que me encontraba con un animal tan grande y alto para mí y de alguna manera tenía miedo de cómo podía reaccionar ante esos tres muchachos que lo miraban con ilusión. Pero mi miedo original se fue desvaneciendo en cuanto que me acercaba a él, que miraba sus ojos preciosos y sentía su aura. Entonces no sabía exactamente qué era aquello, pero me dejé llevar por una presencia humilde, de tan humilde era extremadamente poderosa. Aceptó caricias, escuchaba atento, se dejaba querer y esperó paciente a que comprendiéramos quién era él y quién éramos nosotros en aquel momento. No podía parar de sonreír. Fue un momento de unión para los hermanos.
Mucha es la imagen de que el burro es un animal dócil, suave, paciente y trabajador. Pero también se le conoce como terco o incluso se le asocia a la tontura o torpeza. “¡qué burro eres!”, “eres más tonto que un burro”. Pero más lejos que esto, el burro por lo contrario, es un animal increíblemente inteligente y con una entereza digna de admirar. Lo que ocurre que aquellos que los infravaloran no son capaces de ver más allá de sus ojos vendados. Muchos que conocen a este animal de verdad, saben de qué estoy hablando. Por lo contrario, también hay refranes que hablan de su inteligencia y valentía: “el miedo, no anda en burro”, “ Burro viejo si mal tira, pero bien guía”. También son animales que no toleran los abusos y saben decir No a ciertas exigencias de la mano del hombre: “El burro cayendo y el amo perdiendo los dos se van entendiendo.” “El burro sabe a quien tumba y el diablo a quien se lleva”.
¿Porqué hoy viene a acompañarme este noble animal? ¿Porqué hablamos de él? El burro me ha querido enseñar lo importante de ser servicial y humilde siempre. Sin embargo, también me está enseñando lo importante de no perder ninguno de nosotros nuestra resistencia, nuestro poder y obstinación ante situaciones injustas o influencias negativas del entorno que te hagan desistir de tu objetivo o te desvíen de tu propio encuentro personal.
“Ignora las opiniones ajenas, pues todos son creadores de una película que pueden hacer sobre ti y esa película es su mejor argumento para aquellos que no desean verte”. “Lo importante de no ceder, de no moverse cuando sabes que algo no está bien, es igual de importante que actuar y movilizarse cuando algo has de hacer.”
Estas frases calaron en mi mente cuando conectaba en mi meditación semanal y vino a mí la imagen de los ojos preciosos de aquel burro. Intentaban decirme algo verdaderamente claro. El burro es un animal que no actúa impulsivamente, si no que por lo contrario, es prudente y es perseverante con sus convicciones; siendo por encima de todo humilde y servicial para todo el mundo. Esto es algo que tengo que aprender todavía en cuanto mi soberbia nubla mis ojos y la rabia inunda mi corazón, jeje. Tiendo a actuar impulsivamente cuando rozo los límites de la bondad, y esto es sencillamente porque no me he respetado a mí misma en cuanto a ceder por el bien de los demás y me desbalanceo fácilmente yendo de un extremo a otro. Otro punto esencial es la importancia de seguir creyendo en ti mismo, de no rendirte ante tus objetivos. Es la tenacidad que el burro sostiene en todo su camino. Si nos dejamos influenciar por opiniones ajenas, críticas o comentarios gratuitos, estaremos cediendo nuestro poder a personas que nada tienen que ver con nuestro camino y que no se encuentran en nuestros zapatos. No debemos perder el rumbo, debemos mantenernos fieles a nosotros mismos por encima de todo; como hace el burro por mucho que lo quieran enjalmar. En este caso, puede parecer contradictorio, que siendo serviciales sepamos decir “No” o ponernos en nuestro sitio. Saber decir No, es igual de sanador que ceder y dar la mano diciendo que Sí.
¿Cómo es esto posible? Si cedemos siempre, estamos destruyendo el equilibrio de la justicia y del dar y recibir. Si nos comprometemos a dar cosas que no nos corresponde realizar a nosotros, estaremos perjudicando al otro. Cediendo, solo evitamos que otras personas no aprendan sus propios errores y evitas que actúen y hagan lo que han de hacer para aprender sus propias lecciones. Saber decir No puede ser el mejor regalo que le estemos haciendo a esas personas. Por norma general, si las personas con un papel servicial no entienden este equilibrio, ellas mismas (me incluyo) acaban cayendo en una frustración desorbitada cediendo ante todo el mundo, perdonando e intentando sanar algo que a ellos mismos les está afectando, cuando es responsabilidad de los de su entorno saber sanar sus propias heridas y asumir sus propios errores. Una vez más las consecuencias de este periodo de exceso de entrega, que ha podido presentarse caótico, ha ayudado a entender y reforzar más el punto de compromiso con nosotros mismos. Con nuestros valores y creencias. Por mucho que se azote al burro, no lo doblegarás. Los abusos tienen los brazos muy cortos para los corazones grandes. Cuando los corazones aprenden la lección se liberan de un gran peso : “Dichoso el burro que en el camino le quitan la carga” ; pues él se sabe entero de su buena voluntad, y con verdadero amor, honestidad y alegría “el burro de san Vicente carga la carga y no la siente”.
Gracias por ser una especie con tanto valor y tanta humildad. Gracias por apoyar al humano a comprender lo importante de no saber ceder y actuar con amor. Gracias por vuestra ternura y vuestra entrega con nosotros durante siglos y siglos. No hay mayor honor que teneros en nuestro mundo.
Os queremos <3