Anaterapia Natural

La enseñanza de Mía en el Reiki

La primera vez que me adentré en el Reiki fue con el curso presencial de Reiki para animales de la Veterinaria Mercè Giménez. Con ella no solo aprendí con esta herramienta, si no con otras terapias naturales para animales muy interesantes para mí que me ayudaron a día de hoy a implementarlas en mis trabajos de terapia natural.

Después de bautizarme con ella en el camino del Reiki ya hace mucho tiempo, mi tía, que tiene un nivel avanzado, me enseñó el segundo nivel y desde ese espacio me quedé trabajando durante años. Os preguntaréis, ¿pero el Reiki no tiene hasta 4 niveles de formación? Sí, y tengo la intención de sacarme la maestría, pero será en el momento adecuado.

La mayoría de mis sesiones ha sido aplicada a animales. Aunque las personas también han disfrutado de este espacio de sanación, normalmente han sido personas que estaban vinculadas a esos animales. Pues eran los rescatadores o responsables de éstos y el trabajo que haces con un animal, colateralmente influye en su núcleo cercano.

Hoy quisiera explicarte la historia de Mía. Mía era una perrita pequeña, muy dócil de cara. Se movía ágilmente, era inteligente y tenia mucha autoridad. Tenía una necesidad de protección sobre su responsable muy grande y también protegía los espacios de su alrededor con elegancia y firmeza. Era muy observadora y lo veía “todo”. Le gustaba ir a la playa, los aromas de la brisa marina le calmaban y a la vez la estimulaban. Isabel, que era la responsable de Mía, se puso en contacto conmigo para explicarme su caso y durante 9 meses estuvimos haciendo un tratamiento personalizado y continuado para que Mía se encontrara lo mejor posible dentro de la situación que estaban viviendo.

En una de las sesiones semanales que hacíamos, nos encontrábamos las 3 en su casa para hacer Reiki a Mía. Cada sesión de Reiki evolucionaba de forma parecida pero siempre con un toque distinto. De hecho, parecía que mientras más sesiones hacíamos con ella, ella más comprendía la situación y me permitía hacer el trabajo. No tan solo hacía eso, si no que con más sabiduría que nadie, redirigía mi canal de Reiki y me enseñaba cuando parar, cuando cambiar, cuando moverme.

Era una maestra de lo esencial y si debía corregirme, lo hacía.

Muchas veces al verme se ponía contenta y ladraba con entusiasmo. Otras veces me observaba en silencio y se ausentaba un poco de las sesiones de Reiki. Cuando haces Reiki puedes llegar a sentir el campo energético del animal, y cuando “escaneaba” su pequeño cuerpo con mis manos, sentía las zonas más débiles, las zonas más fuertes. (He de decir que tenia un corazón de Leona).

Pues bien, algo importante que quiero trasladar en este articulo es la experiencia que tuve en la que creo fue de las últimas sesiones que tuvimos. Era un día de bastante frío y me dispuse a hacer Reiki a Mía con la intensidad que se me caracteriza cuando entré en la casa. La perra en varias ocasiones se alejó de mí, se recostó a dormir y mantuvo su cuerpo lo suficientemente cerca como para acceder al canal pero lo suficientemente lejos como para que mi trabajo no se convirtiera en una intención de salvación hacia ella. (Aquí en los terapeutas hay muchos egos que gestionar, y el peor es el ego salvador y espiritual, creerme).

No sé en qué momento de la canalización, el Reiki se cerró en mi y pude visualizar otras entidades que mantuvieron el canal de Reiki en conjunto, de forma armoniosa y suave, protegiendo a la perra y enseñándome a mi, que mi lugar estaba donde debía estar y que no debía continuar más allá de donde estaba. Me quedé tranquila y sentí que no estaba sola, que de hecho, trabajábamos en equipo. “hasta aquí era mi trabajo, hasta allí era el suyo”. La perra se acomodó algo más lejos, justo donde se encontraba ese grupo y descansó plácidamente. Comprendí muchas cosas en esa experiencia. ¿Desde dónde estaba haciéndole Reiki a Mía? ¿Quiénes eran esas entidades que parecían hermanos? ¿Porque todos sentimos un sentimiento de alivio cuando llegaron? (incluida la responsable que leía plácidamente en el sofá a nuestro lado, ¿o hacía crucigramas? ahora no lo recuerdo)

La perra me enseñó que ella sabía hacia dónde se dirigía, que confiaba en mi trabajo pero que confiaba también en aquellos que le dieron una luz más poderosa y amorosa de la que yo podría transmitirle en ese espacio. Por lo tanto, el conjunto de la sanación no era solo una “responsabilidad mía” era de ella, era de la responsable que estaba presente, era de los seres de luz que vinieron a hacer parte de su trabajo. La sanación era de todos. Y yo pude sentir un alivio en mis hombros, un agradecimiento total.

Hablé con la responsable sobre ese evento y muchos otros, compartimos grandes aprendizajes y sacamos nuestras propias conclusiones al respecto, siempre con una sensación de asombro e ignorancia. Pero sobre todo, Mía me hizo entender que mi trabajo no era salvar a nadie, era ofrecer el Reiki que ella estuviera dispuesta a recibir, según lo que necesitase y que habían otros muchos seres acompañando en el camino que las 2 transitábamos junto a ella.

Deseo con amor que estas palabras lleguen a todos los terapeutas que quieran “salvar vidas” pues la salvación reside en la pureza y la luz del corazón de un ser brillante y no en el cuerpo que le ha servido para estar aquí.

Con amor, mis palabras llenas de devoción, te las dedico a ti, Mía. Eres y serás una gran estrella.

¿Sabías que también se puede hacer Reiki a distancia? Aquí te enseño un video demostrativo de una sesión

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